martes, 13 de marzo de 2018

ATRÁS.


En 2017 se celebró el 80 aniversario del bombardeo de Gernika y la exposición del cuadro del mismo nombre en la Exposición Mundial de París de 1937.

 Mucho se ha escrito sobre esta obra, icono de la barbarie y la desesperación de la guerra. Por sus dimensiones, historia y simbología, se ha convertido en algo trascendente en muchos ámbitos y miles de personas hacen cola a lo largo del año en el Museo Reina Sofía de Madrid para contemplarla. 

A mí he de decir que no me apasiona especialmente, no me preguntéis por qué. Sin embargo, hace unos años, preparando una clase Historia del Arte que impartía en una Academia de Interpretación, investigué un poco sobre ella y empecé a verla de un modo distinto. Así fue como di con una teoría, relativamente novedosa, propuesta por el cineasta José Luis Alcaine que me ayudó a ir hilvanando cine y pintura para captar la atención de mis pobres alumnos. Según él, la película "Adios a las armas" había sido una más que posible fuente de inspiración para Picasso a la hora de realizar la obra. Argumentaba Alcaine que diversos fotogramas de dicho filme enlazan con otras tantas composiciones y figuras reflejadas sobre el lienzo.







La sensibilidad y denuncia de Picasso frente al bombardeo de Gernika va de la mano de su militancia comunista tanto en España como en Francia. Dicha militancia ha originado más de un debate y no seré yo el que pretenda, ni criticar, ni defender, sus decisiones. Sin embargo, sí que me gustaría comentar que su compromiso artístico con la causa (frase esta muy criticable y matizable) no se quedó aquí. De hecho, el malagueño, desde su exilio, continuó dignificando y apoyando la lucha popular antifascista. Un ejemplo de ello es el cartel de la mayor producción cinematográfica yugoslava: "La batalla de río Neretva". 



El cartel.



Seguramente, el estilo de Picasso sea fácilmente identificable por cualquiera que vea el cartel por primera vez. Lo extraño sería que ese mismo espectador supiese situar o contextualizar lo más mínimo el título del mismo. Si Gernika ha logrado un lugar en la geografía y en la historia mundial gracias en gran parte a un malagueño comunista y exiliado; el Río Neretva no ha tenido la misma suerte pese a haber pasado por la misma mano y tener detrás una historia que también es digna de ser recordada. Y es que este río, viajero por tierras de Bosnia y Croacia, ejemplifica igualmente  el sufrimiento del pueblo y su capacidad de sacrificio en tiempos de guerra.


Con la invasión de Yugoslavia llevada a cabo por las tropas alemanas e italianas en 1941 durante la Segunda Guerra Mundial, llegó a jugar las veces de frontera natural  y se convirtió en linea defensiva primordial de los partisanos antifascistas.  El conflicto en la zona tenía varios frentes e involucraba a varios enemigos entre sí. Estratégicamente, el campo de batalla era un verdadero avispero en el que las alianzas y los compañeros de trinchera variaban de un momento a otro llegándose a combinaciones bastante rocambolescas. Fruto de una de ellas, las tropas lideradas por Josip Broz "Tito"debieron batirse en retirada. La marcha fue tremendamente dura pero se hizo bajo la divisa de "no debemos dejar ningún herido atrás". Acuciados por la necesidad de dejar tierra de por medio, los partisanos y una gran cantidad de civiles, tuvieron que afrontar cómo cruzar el peligroso cauce del Neretva, que es una de las corrientes más frías del mundo, en el invierno de 1943. El lugar elegido para hacerlo fue Jablanica, una población que disponía de un puente por el que se podía salvar el río con relativa comodidad. El plan incluía volarlo después para evitar su uso por parte de los perseguidores. Sin embargo, para sorpresa de propios y extraños - en el último momento-, el Mariscal ordenó que se volase sin haberlo cruzado. Con esta maniobra, tan arriesgada como inesperada, se buscaba confundir a sus enemigos, ya que, además de la voladura, mandó al mismo tiempo levantar secretamente una pequeña construcción con la que, de un modo mucho menos seguro pero a salvo del conocimiento de las tropas enemigas, se pudiese vadear el río. El plan fue un éxito, se logró desconcertar al alto mando alemán y las tropas comunistas se reagruparon -evitando su aniquilación definitiva- cuando parecía que estaban literalmente contra las cuerdas. Fue una victoria militar, estratégica y política en una de las batallas más complejas del conflicto que ayudó a que los Aliados franceses, americanos e ingleses les considerasen potenciales aliados de cara a sus intereses.  Gracias a estos nuevos apoyos y con el paso de los meses, los partisanos lograron ir imponiéndose a todos sus adversarios militares y políticos.  Se instauraba la República Federativa Socialista de Yugoslavia, y con ella se ensalzó a la Batalla del Río Neretva como uno de sus principales hitos fundacionales.



Por el traslado humanitario de heridos y enfermos civiles y militares, a esta batalla también se la conoce como "La batalla de los heridos".


Con el nuevo orden, el Mariscal Tito, se empeñó en hacer olvidar las cicatrices aún sin cauterizar que la historia militar y política había provocado entre los pueblos a los que gobernaba. Como cualquier régimen que se precie, el aparato del poder y la propaganda ansiaban lograr que los valores del gobierno fuesen calando cada vez más en la totalidad de la población. Se construyó  para ello un edificio ideológico, un discurso y una imaginería, que -como suele ser en estos casos- tiene tan poco de imparcial como de real. El lema del estado comunista surgido de la segunda guerra mundial era el muy poético "Hermandad y Unidad" y uno de los canales elegidos para llevar ese mensaje a toda la sociedad no fue otro más que el séptimo arte. Tito llegó a levantar una de las industrias cinematográficas más importantes de Europa. A través de ella, la Yugoslavia socialista se asomaba al mundo mostrando un posicionamiento político que hacía ya años que había roto con el estalinismo soviético, a la vez que se distanciaba  lo justo del capitalismo de las democracias occidentales para poder coquetear con ellas sin caer bajo su control. El festival internacional de Pula; las visitas de grandes personalidades del Hollywood de la época y los rodajes con las mismas, hicieron del cine yugoslavo un ente privilegiado por lo que podía aportar, tanto al interior del país, como a la imagen del mismo en el exterior. Es imposible no recomendar a estas alturas ver el documental "Cinema Komunisto" en el que se describe profundamente todo este proceso.






A petición del propio Tito, en 1969 se rodó una película basada en lo acontecido a la vera del Neretva. Dicha producción fue la más cara de la historia del país, llegando a contar con la participación de estrellas mundiales de la talla de Yul Briner, Franco Nero y Orson Welles. No se escatimó en gastos para su realización, siendo la mayor superproducción europea de la época.  El director del flm, Veljko Bulajic, conocía a Picasso y le propuso hacer un póster para la película. Tras verla, este aceptó a ceder su versión de "El rapto de las Sabinas" con dos condiciones: que estuviese impreso en rojo y que, a cambio, se le mandara una caja del mejor vino yugoslavo. No quiso cobrar nada de dinero.



La película tuvo varias portadas alternativas donde preferían poner al carapan de Welles y a Kojak (este es el único largo que rodaron juntos) en vez de la ilustración de Picasso. ¡Es el mercado, amigos!



En mi opinión, pese a llegar a estar nominada en los Oscars en la sección de mejor película extranjera, el resultado no pudo ser más desastroso. Su duración alcanza las tres horas, llegándose a comercializar una versión más reducida cuyo montaje hace que tengamos unos saltos en la narración que son como badenes en una autopista; además, el desarrollo de la historia es totalmente predecible, con un maniqueísmo y simplicidad que son hasta denunciables. Para rematarlo todo, la factura final es menos sugerente que el escaparate de una mercería española. Sea como fuere, los fondos invertidos fueron enormes, se permitió recrear la explosión del puente en Jablanica - que en el film no se llega a ver debido a fallos en el rodaje-, y se contó con la participación de las tropas del tercer ejercito más poderoso en Europa a modo de figurantes. A día de hoy aún se puede visitar la zona en cuestión, admirar los restos del puente volado e imaginarse como pudo ser aquella batalla. Y, justamente eso, fue lo que hicimos tres amigos en mayo de 2016.

A Victor, David y a mí, nos une habernos criado en el mismo pueblo, estudiado en el mismo colegio, jugado a baloncesto en el mismo equipo y tener unos gustos y valores bastante compartidos en esto que llaman "madurez". El interés por la historia yugoslava es uno de ellos. Aquel país, al que Brian Hall llamó "El País Imposible", nos ha cautivado de muchas y diversas maneras, fruto de las cuales decidimos ponernos de acuerdo para buscar una fecha e ir los tres juntos. Finalmente, conseguimos cuadrar ocho días, que fueron tan escasos como intensos, en los que, de camino a Belgrado para visitar la tumba del Mariscal, nos animamos a acercarnos a este enclave abierto entre las montañas de Bosnia.


Nada más llegar, nos asomamos al curso del río. El agua bajaba abundante y fuerte, en una especie de calma tensa que no auguraba nada bueno al que pretendiese acercarse. Las laderas estaban totalmente tomadas por una vegetación espesa de la que sobresalían los restos del puente. Este yacía a medio camino entre el desinterés y el olvido; está completamente oxidado y la maleza  le muerde las entrañas.




El puente.


En la explanada de los alrededores se ha habilitado una especie de parque donde se puede pasear agradablemente. El césped está bajo, bien cuidado, con unos bancos como de diseño, diversas sendas marcadas que dan a ellos y alguna que otra placa en serbocroata cerca de la orilla.  Al fondo, adivinamos un museo -que estaba cerrado- y a medio camino hay una locomotora erigida sobre un pedestal a modo de homenaje seguramente. Durante un buen rato paseamos, sacamos fotos y comentamos lo terrible que tuvo que ser cruzar ese río en pleno invierno y en aquellas condiciones bajo el fuego enemigo. Cuando la emoción se fue rebajando y el apetito se abrió paso, decidimos almorzar allí mismo. No era un día excesivamente desapacible y las vistas bien lo merecían. Fuimos hasta el coche y cogimos todo lo necesario para prepararnos unos bocadillos mientras descansábamos en aquellos bancos tan curiosos. Pan de molde, fiambre, queso, tomate, algo parecido a lechuga, mostaza y mayonesa; las viandas no eran lo que se dice una exquisitez, pero al menos nos permitían recargar las pilas antes de afrontar la carretera de nuevo. Lo peor era la incomodidad de los bancos en cuestión. No era fácil encontrar una postura y cada uno de nosotros estaba sentado de un modo distinto mientras los llenábamos de migas, manchurrones de salsa y barro de nuestras botas.



Los bancos.



Acabando de almorzar, cada vez llegaba más gente. Fue entonces cuando empezamos a notar que, al pasar por donde estábamos sentados, nos miraban de un modo extraño, como con cierta sorpresa y bastante desaprobación. "Claro, se nota que somos de Avilés..." pensé para mis adentros. Creímos que se debía a cómo estábamos dejando los bancos mientras comíamos, así que decidimos apurar los bocadillos y comenzar a recoger todo, cosa que -obviamente- íbamos a hacer de todos modos. Una vez habíamos acabado, nos dispusimos a ponernos en ruta de nuevo mientras comentábamos lo incómodo y extraño de la situación.

Según nos vamos acercando al coche, nos cruzamos con más gente y asumimos que aquello no podía ser casual. En un momento dado, veo que se acercan un cámara y una reportera, así que me decidí a hablar con ellos. Muy amablemente me explicaron que trabajaban para la Televisión local y habían venido a cubrir el homenaje que se iba a hacer a Tito, como todos los años, en el 4 de mayo ya que era el día de su fallecimiento. También nos comentaron que el sábado siguiente estaba programado otro acto mucho más multitudinario que reuniría en la explanada de Jablanica a miles de personas venidas de todas las repúblicas ex yugoslavas . Pero lo peor no era eso. Resulta que el homenaje se iba a hacer justamente donde acabábamos de estar comiendo porque, amigos, aquello no eran unos bancos de diseño moderno, sino un monumento funerario a los caídos en la batalla.










Lógicamente, nos mirábamos y no dábamos crédito. Lo raro fue que no nos tirasen al río, nos pasasen a cuchillo o las dos cosas a la vez . Nosotros, que íbamos camino de la tumba de Tito a rendirle pleitesía, no habíamos reparado en la fecha que era. Lamentablemente, ni en vacaciones podíamos dejar de ser nosotros mismos. De todos modos, pese a que no sabíamos dónde meternos, decidimos quedarnos para ver el evento. Estaba a punto de comenzar y no podíamos irnos sin más.



La placa: "No debemos dejar a los heridos"



Poco a poco nos fuimos acercando al grupo de personas que antes nos miraban con recelo. Con un poco de imaginación, dado nuestro vastísimo dominio del serbocroata, entendimos que varios de los ancianos presentes eran partisanos veteranos de la batalla. Se leyó un manifiesto en alabanza a la filosofía de la Yugoslavia de Tito, su figura,  y los esfuerzos de la lucha popular contra el fascismo en pos de la liberación nacional. Fue un momento muy especial y nos emocionó mucho. Cuando finalizó, retomamos definitivamente la ruta dirección Belgrado



El homenaje y dos de los tres imbéciles guardando las distancias.




Cuanto más nos fuimos alejando de Jablanica, más fuímos cayendo en la cuenta de que nos acompañaba una sensación bastante extraña, a medio camino entre la vergüenza del torpe y el orgullo del que se sabe un privilegiado. No la abandonaríamos en todo el viaje; seguramente, porque aquel puente derribado sigue enseñando que el recuerdo a veces es otra herida a la que no se puede dejar atrás tan fácilmente.














2 comentarios:

  1. Peazo texto arcadio! No tenía ni idea de la historia de neretva ni había visto nunca el cartel de picasso. Gracias! menuda experiencia guay la vuestra. Yo estuve en Pula hace quince años, fui desde udine (italia)en coche cuando estaba de erasmus y siempre recordaré del viaje que se respiraba en el ambiente un aire a guerra reciente. No se como explicarlo pero nunca olvidaré esa sensación.

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  2. Mira monguer, este es el blog de mi hermano pa que os hagáis amigos bloggers.
    https://cacharromalblog.blogspot.com.es/?m=1

    Le pasé a él el tuyo que ESTOY SEGURA de que le va a molar.

    Un saludo desde la parada del bus.

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